La vida, en su incesante devenir, a menudo nos presenta desafíos inesperados. Cuando uno alcanza la década de los cuarenta, la acumulación de experiencias, responsabilidades y a veces reveses personales puede generar un periodo de turbulencia. Sin embargo, es precisamente en estos momentos difíciles donde la música puede emerger como un faro, no sólo de consuelo, sino también de profunda expresión y catarsis. Componer a esta edad, con una vida ya vivida y un camino recorrido, ofrece una perspectiva única y enriquecedora.
A los 40, la madurez emocional y la experiencia de vida son invaluables. Los dolores, las alegrías, las decepciones y las victorias se han sedimentado, creando un rico tapiz de emociones. Este bagaje emocional es un vasto océano de inspiración para el compositor. No se trata de componer “para olvidar” los problemas, sino de transformar esas emociones en arte. La música se convierte en un diario íntimo, una forma de procesar el dolor, la incertidumbre o incluso la rabia, canalizándolos hacia algo constructivo y bello.

Además, la composición musical en tiempos difíciles puede ser una poderosa herramienta de autodescubrimiento. Al sentarse frente a un instrumento o un software de composición, uno se ve obligado a confrontar sus sentimientos, a darles forma y estructura. Es un acto de introspección profunda que puede llevar a una mayor comprensión de uno mismo y de la situación que se atraviesa. Las melodías pueden surgir de la tristeza, las armonías de la esperanza, y los ritmos de la determinación.
También, hay una sensación de control en el proceso creativo. Cuando la vida parece desordenada y caótica, la composición ofrece un espacio donde se puede organizar, decidir y construir. Este pequeño acto de control creativo puede ser increíblemente liberador, recordando al individuo que, a pesar de las circunstancias externas, aún posee la capacidad de crear y de influir en su propio mundo interior.

Finalmente, compartir esta música, incluso si sólo es con uno mismo, es un acto de resiliencia. Es la prueba tangible de que, incluso en los momentos más oscuros, el espíritu humano es capaz de encontrar belleza y significado. Componer a los 40, en medio de la adversidad, no es sólo un hobby; es una afirmación de vida, un testamento a la capacidad del arte para sanar y trascender.
0 comentarios